SUEÑOS

Anoche desperté sobresaltada. Tenía la cara empapada en sudor y mi corazón latía desbocado. Miré hacia la mesilla de noche, el reloj marcaba las tres de la madrugada. Todavía era muy temprano, debía dormir un poco más. De modo que me recosté en la cama, con las manos bajo la almohada y respiré hondo. Cerré los ojos, pero ya no tenía sueño. Los malos pensamientos volvía a emerger en mi mente y el temor a no volver a verle se acrecentaba cada vez más. Él se había ido, me había dejado sola, como tantas otras noches y... Yo no sabía qué hacía cada vez que salía. Siempre volvía tarde. Siempre regresaba a casa magullado y agotado. Y yo no podía preguntar qué había hecho. Porque él quería protegerme, como siempre. Una lágrima se escapó de mis ojos y resbaló por mi mejilla, cayendo a la mullida almohada. Lo peor de todo era que no podía detenerle, cada vez que le preguntaba, que curioseaba sobre sus escapadas nocturnas, acabábamos peleando y con cada uno durmiendo en una habitación.

- Bruce... ¿Dónde estás?

Fuera llovía a cántaros. El cielo estaba completamente oscuro. A través de ventana, que estaba entreabierta,  podía escuchar el murmullo de los coches al circular. Podía distinguir las tenues luces de las farolas encendidas. Todo en aparente calma, pero yo sabía que no era así. Porque cada vez que él no dormía en casa, era para salvar el mundo, mientras el nuestro se agrietaba y amenazaba con derrumbarse.

Fue entonces cuando me levanté de la cama, cogí la bata, echándomela por los hombros, y salí de la habitación. Anduve por toda la casa, ni siquiera había rastro del mayordomo que siempre deambulaba hasta que todos en la mansión dormíamos. Me atrevía a curiosear por la gran biblioteca, mi rincón favorito de la casa, donde también estaba el piano de cola. No sabía tocarlo, pero me encantaba oírselo tocar a él. Levanté la tapa que cubría las teclas con cuidado, deslicé mis dedos con delicadeza sobre ellas y entonces sucedió. Una de las estanterías se abrió, hacia dentro de lo que parecía un pasadizo interior. Sin más, no me lo pensé dos veces y me introducí por aquel hueco sin apenas iluminación.

Caminé por el angosto pasillo de piedra, al fondo pude distinguir lo que parecía la puerta de un ascensor. Me atreví a pulsar el botón de llamada y, una vez el ascensor llegó, me metí dentro. Sólo había dos botones el de la planta sótano y el de la planta de arriba. Algo en mi interior me decía que debía bajar, de modo que pulsé el botón y las puertas volvieron a cerrarse. El ascensor bajó a gran velocidad, mientras yo me mordía el labio inferior, nerviosa por saber a dónde me conduciría. Sabía que no debía ser nada peligroso,... Porque estaba en su casa, estaba protegida ¿no? Cuando al fin el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, salí lentamente, mirando en derredor. Me encontraba en los cimientos de la mansión. Seguí caminando según me decía el instinto y escuché un ruido atroz, como si un avión fuera  a despegar. 

Me escondí al ver al mayordomo, cubriéndose mientras un enorme avión de color negro aterrizaba en la inmensa cueva. La puerta se abrió hacia arriba y salió... Iba vestido completamente de negro, cubierto con una capa. Llevaba algo en la mano, pero no logré distinguir qué era... Vi como hablaba con el mayordomo, quizás adelantándole los acontecimientos que habrían ocurrido. No lograba entender qué decían, me adelanté un poco para intentar captar lo que decían. Y, de pronto, aparecidos de no se donde, una bandada de murciélagos se me echó encima; intenté cubrirme con ambas manos, sin éxito. No me di cuenta que había gritado al verme tan sorprendida, con lo que al minuto siguiente noté como alguien me cogía de un brazo y me tiraba hacia él... Cuando alcé la vista, me vi descubierta ante él.

- ¿Qué haces aquí? -inquirió Bruce mirándome con gesto enfadado.

- No podía dormir... -me excusé enseguida mordiéndome el labio de nuevo.

- ¿Cómo...? -quiso preguntar él.

- ¿Cómo llegué hasta aquí?, verás... Ya sabes que esta casa es enorme, me puse a andar y... -le interrumpí con una sonrisa llena de picardía, él quería mantener el enfado, pero se le notaba un principio de sonrisa asomando en su rostro- Mira, sé que no quieres que este aquí, no lo hice a propósito-

- Vamos arriba -fue lo único que dijo, después miró a su viejo mayordomo, instándole alguna orden con una simple mirada y subimos por el ascensor.

No dijo nada en todo el camino de vuelta a la habitación. Me tenía agarrada de la cintura, su gesto no había cambiado ni un ápice. Me moría de ganas por hablarle, romper ese silencio tan incómodo que se había formado. Me preguntaba si estaría enfadado por mi intromisión a su intimidad, en el fondo sabía que no. Ya que tarde o temprano yo iba a descubrirlo, porque un secreto es imposible de guardar, siempre alguien no tarda en destaparlo. Me hubiera gustado saber qué rondaba su cabeza...

Al llegar al umbral de la habitación, detuve sus pasos y le obligué a mirarme, para después darle un suave beso en la mejilla y le sonreí dócilmente...

Comentarios

Esther G. Recuero ha dicho que…
Vaya, vaya con que empezamos el año con una relato basado en Batman!!! Y como a mi no me gusta Batman ni ná ni ná pues.... XDD Me ha gustado mucho, muy sensible, además ha sido muy gráfico así que es fácil imaginarte en la cama, en el ascensor, en la batcueva ^.^ Un besote enorme y si te animas a escribir más fics de Batman ya sabes... Muhajaja y feliz 2013!!

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