MelancolĂ­a...

Nadia creyó que no podría aguantarlo más y tomó la decisión más fácil: quitarse de en medio. Tenía un bote de pastillas sobre la mesilla de noche, se sentó sobre la cama y lo miró con melancolía. No podía tomar otra decisión, él ya no quería saber nada más de ella. La había dejado por otra, no se lo había dicho directamente, pero eso era algo que ella sabía perfectamente.

No pudo evitar que la imagen de él regresara a su mente. Su cuerpo musculado, sus manos grandes que la sostuvieron tanto tiempo... Sus ojos grises tenían un extraño brillo aguado antes que se marchara, sin embargo, él retuvo las lágrimas para después marcharse, dejándola allí, sola en la habitación. No lo volvería a ver más, a pesar de sus deseos.

Por eso tomĂł el frasco de pastillas y desenroscĂł la tapadera. DejĂł caer, con suma lentitud,  varias pastillas en su mano derecha. Las observĂł con detenimiento. DudĂł un sĂłlo instante, dudĂł si tomárselas o, simplemente, dejarlas sobre la mesa y echarse a dormir... El problema era que no querĂ­a despertar, si lo hacĂ­a, volverĂ­a a recordar que Ă©l ya no estaba a su lado, que nunca más estarĂ­a porque la habĂ­a dejado para siempre... Por ella.
No pudo más y se llevĂł las pastillas a la boca, las tragĂł con ayuda de la lengua y bebiĂł agua de un vaso que reposaba en la mesilla. NotĂł como varias pastillas se deslizaban a travĂ©s de su garganta, camino de su estĂłmago. RespirĂł profundamente, mientras cerraba los ojos, todavĂ­a sentada sobre la cama. 

Los recuerdos le asaltaron a la mente; recuerdos en los que siempre estaba él. Cuando vio por primera vez aquellos ojos, tras la barra del bar, en el crucero. Aquel crucero que ganó en un sorteo de la radio... Vivió unos días muy intensos junto a él, se ilusionó con una posible boda, aunque se conformaba con permanecer a su lado aunque no se casaran. Sin saber que cuando el barco llegara a su destino, cuando sus vacaciones se terminaran: su historia de amor también llegaría a su fin.

Su último pensamiento quería dedicárselo a él, porque ese amor que había crecido en su interior y se había aferrado a su corazón, sin ánimos de soltarlo.

La joven terminó tumbándose en la cama, desparramándose el cabello castaño sobre la almohada. Llevándose las manos al corazón, entrelazando sus dedos. Esperando el sueño eterno, mientras una fría lágrima cae de sus pupilas, rodando por sus pálidas mejillas... Respirando muy lentamente.

Él caminaba, triste, por una de las calles adoquinadas de una Barcelona del año 1993. Con las manos metidas en los bolsillos, con las lágrimas arrellanadas a través de su iris. Su único pensamiento estaba dirigido hacia la joven que lo había encandilado, que le había hecho vivir unos días de asueto en el crucero...

Comentarios

Bea ha dicho que…
Jo, que cosa mas bonita!!!! la melancolía es algo bastante pesado y triste... así que espero que tú estés bien y no pensar en lo malo que la vida nos rodea... porque es así de puñetera!!! Un besito enorme!!!
Angy J. W. ha dicho que…
Que lindo relato! Aunque triste...es una historia de amor muy bonita, y se retrata muy bien lo que siente la chica, aunque al final no me quedó claro qué pasaba con el hombre o.O
Aunque tal vez para otros sea comprensible, yo no apruebo el suicidio ni la decisiĂłn que toma ella :S
Nesa Costas ha dicho que…
Ains, que penita...
Aun asĂ­ me ha gustado mucho, captas el sentimiento de maravilla.
Como soy de cambiar los finales trágicos (borré de mi memoria el final de Braveheart), me monto la película y ella acaba en el hospital y él le declara amor eterno al enterarse jajaja
Besos y no me tengas en cuenta la continuaciĂłn :)
Muchas gracias por compartirlo
PD: Tienes un premio en mi blog, espero que te guste.

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