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Mostrando entradas de marzo, 2011

10ª Carta de Amor

Claude Debussy a Emma Roma, sábado 21 de febrero de 1914 ¡Al fin! Tengo tu primer telegrama, esta mañana a las nueve y media... ¡No reemplaza una carta, y además ha pasado por tantas manos (telegrama a ocho manos) que ya nada tuyo contiene, salvo unos rápidos "cariños" a través del espacio! Perdóname la carta desconsolada que recibirás al mismo tiempo que esta. ¡Fui demasiado infeliz! Y esta noche, incapaz de dormir, con la doble inquietud de no tener noticias tuyas y saberte envuelta en preocupaciones... Durante esta noche, en que tuve la sincera impresión de que me iba a morir, pensé que sería imposible aceptar en el futuro invitaciones para dirigir conciertos a través de Europa. Solo con pena me atrevo a escribirlo, pero tengo que confesar mi espantoso miedo de perder tu amor.  Cada viaje me quita un poco de él; al final terminaré por ser para ti nada más que un extranjero que pasa y al cual no se necesita atarse ya... En mí, produce el efecto contrario: tus más mínimos g

9ª Carta de Amor

Francisco Franco a Sofía Subirán Sebt, 5 de junio de 1913 Mi querida Sofía: He recibido en el día de hoy su postal, que mucho me ha alegrado, aunque creo que en ella se equivoca, pues yo la quiero bastante por no decir muchísimo y en usted esto es imposible, pero, en fin, quiero creerle y me haré esa ilusión. Hoy he estado con la fuerza en la segunda caseta de paseo ilitar, y dentro de cuatro o cinco días iremos por esa a otro paseo, si bien no sé si podré verle pues a las doce tenemos que desfilar por la Comandancia y llegaremos a esa poco tiempo antes. Adiós, Sofía, que sea cierto lo que usted me dice y cuente siempre con el cariño de FRANCO  

8ª Carta de Amor

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Voltaire a Louise Denis Cirey, 23 de septiembre de 1749 Me consuelas, querida mía, de la manera más conmovedora.  Reconozco que lo necesario de verdad. Paso todos los días aquí, llorando, ordenando los papeles que me la recuerdad. No lloro la muerte de una queria, lejos de eso, estoy de luto por un amigo y un gran hombre, y mi tristeza durará con seguridad tanto como mi vida. Tú la harás feliz esta vida llena de tanta tristeza. La dedico enteramente a ti. Me quedaré aquí dos o tres días más, para acabar de poner todo esto en orden. Pasaré dos días más con una de las amigas de Émilie y después volveré a París con mis con mis caballos, en etapas cortas. No puedo hacerlo de otra forma porque la silla de posta que le dejé a su hijo se ha roto en mil pedazos. Estoy padeciendo todas las dificultades que uno puede experimentar en un campo desolado, lejos de toda ayuda, Pero no las siento. No son más que un pinchazo para un hombre herido. Cirey, querida mía, es el palacio de Alcina. Todo